Hay días en los que el universo se alinea y parece que todo estuviera preparado para lo que va a ocurrir. Días en los que sentimos que no somos nosotros los que andamos, sino que una fuerza mucho más grande nos empuja. Esos días suelen coincidir con un giro dramático de los acontecimientos.Todo buen guión debe tener varios y la vida no se escapa de ellos.

Sin notarlo si quiera, mi mente había estado archivando dibujos de Paula Bonet desde hacía un tiempo. Los veía aquí y allí y siempre pensaba que esas chicas eran especiales. No me paré a descubrir quién estaba detrás de ellos hasta hace unas cuantas semanas. Por casualidad, tropecé con su página web y ya no he podido dejar de entrar para comprobar si la chica de melenita y flequillo se ha terminado el yogur.

Me enteré de que Paula Bonet publicaba un libro y de que lo presentaba junto a Christina Rosenvinge. Tenía que ir. Estaba completamente segura de que había sido una elección mía. Consideraba que sabiamente había renunciado a mi plan previo, perfectamente apuntado en la agenda, por ir a ver a la Bonet. Nada más lejos de la realidad. La casualidad, el destino o la ironía del momento decidió plantificar en mi pantalla un THE END a Times New Roman tamaño 70 y en mayúsculas. Sin previo aviso. Recuerdo que tecleaba pensando en si la pelirroja ilustradora me defraudaría o terminaría por pedirla matrimonio, cuando una a una fui viendo primero la T y la H y la E y otra E y otra N y, por último pero no menos importante, la D.

THE END

Quise llorar océanos pero sólo me salieron mares. Cerré el ordenador y me quedé absorta mirando la pantalla en negro. Paula Bonet me daba absolutamente igual porque mi mundo se había parado en seco para ponerse a girar en dirección contraria.

Sentí mareo. Sentí vértigo. Allí estábamos de nuevo el acantilado y yo mirándonos frente a frente.
Respire hondo muchas veces. Más de las necesarias para coger aire. Y salí a la calle. Y aparecí en Mad is Mad. Y vi a Paula Bonet. Y me enamoré de ella.

De las personas bonitas siempre nacen cosas bonitas. Sea lo que sea.

Mientras esperaba a que me firmara, apretaba el libro con fuerza e intentaba tragarme las últimas gotas de agua salada que amenazaban con volver a brotar. Y me firmó. Y la sonreí. Y salí como si nada y como si todo. Y volví a sonreír. Y ande sin rumbo. Y supe qué hacer cuando en la pantalla aparece THE END. Y viví, que para eso estamos.

Bendito THE END.

P.D: Parece que la chica de la melenita y el flequillo sigue sin querer terminarse el yogur.

*Ilustración de Paula Bonet.

Pssst!! No son cookies de chocolate, pero tampoco hacen daño ni provocan caries, hazme caso, ¿vale?    Más información
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