No se me ha quedado la falda pillada con las bragas, ni he ido enseñando medio culo por la Gran Vía. No. Podría haber sucedido en un universo paralelo, pero eso no me ha pasado. Al menos hoy. Tal vez mi yo ilustrado vaya por ahí enseñando su lencería mientras se reprocha a sí misma por qué no habrá sacado el conjunto de los domingos.

Ese no ha sido mi día. El tuyo seguro que tampoco.

He odiado al despertador, abierto un ojo, abierto el otro, cerrado los dos, vuelto a odiar el despertador, vuelto a abrir un ojo, vuelto a abrir los dos, salido de la cama mientras deseaba que fuera verano y no hiciera este maldito frío, cogido el metro, trabajado, vuelta a coger el metro, dibujado y lo que venga. Pues bien, todos los días, por muy vulgares que sean pueden tener un momento en el que miras hacia tus pies y piensas muy fuerte: «¡Tierra, trágame!».

Esos días siempre son mejores que los días vulgares sin más.

Pssst!! No son cookies de chocolate, pero tampoco hacen daño ni provocan caries, hazme caso, ¿vale?    Más información
Privacidad